Contesté usted, le ruego, con la verdad, apreciado caballero de velludas patillas o refinada dama de restiradas carnes y velludos poodles, si es tan amable. ¿Nunca se ha entregado a las más profundas reflexiones inspirado por la contemplación de las cosas, grandes o pequeñas, estáticas o móviles, armónicas o caóticas, esféricas o circunvoliformes? ¿Y acaso estas reflexiones nunca le han conducido, como llevado por seráficos arcángeles encima de nívea nube, hacia una meta que usted nunca vislumbró, ni hubiera podido, desde el punto de partida? A la meta, quizá, más atroz, más interesante y más escondida de todas; a la más inaccesible, quizá, a nosotros, siendo al mismo tiempo –oh, férrea paradoja- lo más cercano e íntimo que poseemos. Le reto, humosa ama o nítrico caballero, a levantarse y decirme que usted nunca ha intentado contemplar los adentros de la mente humana, que nunca ha dedicado todo su esfuerzo a tratar de armar aunque sea una mentira verosímil que le permita la ilusión de comprender los motivos, la etiología, la emoción o cualquiera otro componente de ese menjurje que los psicoalquimistaspseudocientíficos tuvieron a bien legarnos bajo el nombre de “mente”.
Si es así, y usted lo admite, permítame descender de mi etérea morada en donde diariamente convivo y me echo unas chelitas con la Idea del Ser mientras me codeo con las Formas Puras. Déjeme ponerme a su altura, porque así soy de buena onda, y revelarle algunas brillantes intuiciones de la realidad psicológica que usted, lector bien intencionado pero de mente dispersa, quizá no tenga la delicia de conocer al no haber trascendido aun toda limitante del pensamiento impuesta por las cadenas que a aquí abajito nos atan. Pásele a lo barrido y permítame revelarle, pues, entre otras delicias prohibidas, los sabrosos e ineluctables misterios de la mente, en esta primera excursión –de muchas, esperemos- a lo más adentro de uno mismo que se puede llegar sin usar guantes de latex.
Yo, descendiendo de mi morada pa platicar con ustedes.
LA GESTACIÓN DE UN GENIO MALIGNO
En algún momento se habrá preguntado usted, entre otras cosas, que pasa con los genios malignos. Si no lo ha hecho, yo diría que es momento de hacer como esta bella señorita y empezar. Este siglo malvenidero parece depararnos severa escasez de tan ilustres personajes que han permitido la evolución del género humano. Todos recordamos y llevamos en algún lugar oscurito muy cercano al centro de nuestro corazón al supervillano de nuestra preferencia, quien puso en jaque y así posibilitó la existencia de nuestros más elevados héroes y modelos a seguir (no voy a perder tiempo en texto tan precioso ennumerando una vulgar lista. Si usted no conoce y puede evocar en este momento un archinémesis que valga la pena, no debería estar leyendo cualquier cosa que no sea su TVNotas).
Por no hacer más largo lo que corto debiera ser (porque si no ni lo leen, público ingrato y mal acostumbrado a fotitos y dibujitos), enfoquémonos en esas antítesis del bien que, vale decir, vienen en muchos tipos. Da lo mismo si quieren el mundo por su sola posesión o por la irracional e infundada destrucción (que como bien Greene sugiere, es siempre una creación), que vivan debajo de un volcán o en la más inaccesible región del polvoso ártico, o el barbado amazonas; pueden estar –da igual- horriblemente desfigurados o ser la encarnación del mal y la belleza en uno. Lo cierto es que sus motivaciones son siempre lo contrario de lo que se tiene por bueno y valioso, especialmente por el insípido héroe a quien generalmente están destinados a contrariar.
Claro, es fácil para las criaturillas de mente obtusa condenarlos, viendo solo una parte insignificante del gran esquema de las cosas, probablemente a la manera que una hormiga encuentra gran hermosura en la textura de un moco al verlo con sus ojillos limitados. Ni cuenta, quizá, se dan de que, las revoluciones a través de las cuales algunos dicen que se mueve la historia acabarán instaurando como valores los “defectos” que ahora encarnan los vilipendiados antihéroes. Cuando la ciega y adusta dialéctica que quieren algunos ver detrás de las muchísimas interpretaciones posibles de la pura vida avanza con su paso que todo lo integra y nada olvida, menuda sorpresa se llevarán al ver que al menos buena parte de los valores negados y atribuidos al antihéroe serán integrados al esquema de hombre deseado por el nuevo período histórico. Menudas risas resonarán, y esta vez sin fuente visible, sin tener la facilidad de atribuírselas a los labios del malo de la película, del que merece la muerte. Que rápido olvidaremos también eso, que rápido olvidaremos lo condenado cuando la nueva estructura construida sobre las ruinas pase a aprobarlo. Pero la risa no olvida, la risa seguirá ahí, y quizá, y ahí esta la esperanza, cada vez tendremos que hacer más ruido para ignorarla; un ruido que subirá en crescendo al punto de ser insoportable, de ya no ser rentable, un ruido que vendrá con una amenaza: o nos callamos, viéndonos forzados a reconocer la risa, o nos quedamos sordos.
A MANERA DE APÉNDICE: ADDENDUM IDIOTUM O PANEGÍRICO DEL NÉMESIS
No crea que soy ajeno a los desvaríos de la malignidad. Si este post pudo ser escrito fue porque algo hay en mí de Némesis. Como breve apologética permítaseme afirmar que sin antagonismo de calidad, nuestros tiempos se verán condenados al agonismo (o peor, a la agonía) mediocre. Irónicamente, es la basura de la sociedad, el supervillano, lo que se cree que el mundo estaría mejor de su erradicación, estos antihéroes, el acicate que propicia la energía y el campo para el despliegue de todas las supervirtudes que supercaracterizan al superhéroe que a la supermayoría le superencanta superadmirar. Bien preguntó la señorita arriba linkeada, que sería del héroe sin el Némesis. Mal me atrevo a responder: probablemente nada.
Así, si no queremos tiempos más tristemente mediocres de los que parecen avecinarse, quizá sería buena idea polarizarnos, tomar alguna posición, pero hacerlo bien y sabroso. En la medida de hacer tal cosa, a mí se me hizo perfectamente claro como puede gestarse la noble innobilidad del villano. Permítame rematar este robo de su tiempo, amable lector, con dicha historia. Encontrábame yo en la vigésima hora consecutiva de dedicación a la lógica matemática del diseño de experimentos para estructuras causales múltiples (clara hipérbole, al menos en lo de las horas) en la lúgubre penumbra de mi castillo (obscena, ahora, hipérbole), tratando de comprender lo necesario para llegar a la deseada cumbre, poder implementar lo impensable, trastocar y terminar de una vez por todas la multitud de especulativas discusiones a través de la creación de lo que se dice imposible, aunque se tengan que usar todas las escasas fuerzas que estos viejos pero bellos huesos poseen. Mientras, afuera florecía un bello dia: el sol era perfecto, los jóvenes donceles perseguían juguetonamente a las ninfas retozantes, y las mariposas (y las ninfas retozantes) se apareaban por doquier. Entonces, sentí acudir cual feroz avalancha a mi mente una dulce y motivadora envidia, un sabroso dolor que me distraía de mis nobles tareas y se traducía más o menos en un: “pero ahí van a ver, putos, nomas que yo pueda construir robots asesinos y ahí vamos a ver quien se divierte”. Y fue cuando se creó el entendimiento del genio maligno y nació este muy, pero muy largo post. Gracias, Perdón.