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Tuesday, June 21, 2005

Su Taquero y Usted

Quieralo o no, los casos particulares de la especie humana (también designados injustamente como "individuos") estamos programados para formar lazos con la gente que nos da de comer. Si esto no fuera así, evolutivamente hablando, no tendríamos la muy funcional y adaptativa manía de apegarnos a nuestras mamaces y papaces cuando apenas eramos unos pequeños pre-homínidos, y hubiésemos tenido que tratar de procurarnos comida a edades demasiado tempranas en que nuestros huesos eran aun frágiles y quebradizos, y nuestros movimientos incoordinados.
Pero poniendo aparte las divagaciones Darwinianas que no son motivo del presente post, les digo lo anterior nomas para evidenciar que en estas nuevas formas de organización social ocurren las cosas más curiosas cuando dichas formas nuevas chocan con (los igualmente) dichos instintos viejos.
A saber, me refiero al curiosísimo caso de que uno forma lazos emocionales profundos y duraderos con su operador de garnachas ("taquero", aunque es el nombre que popularmente se les asigna, es una metonimia funcional por economía linguística). Los que tengan un taquero de confianza que vean recurrentemente, con cierta frecuencia semanal, tienen mucho mejores probabilidades de entender lo que pretendo exponer, al haberlo experimentado en carne viva. Esa persona que al principio de la relación es solo un extraño sudoroso, se va convirtiendo poco a poco en alguién cada vez más familiar y en una figura cada vez más central de la constelación de relaciones humanas que suele configurar la vida urbana. Mi hipótesis es que se debe a ese ancestral instinto que nos impele a acercarnos y mantenernos cerca de aquellos que nos alimentan.
Mis interesantísimos descubrimientos surgieron de las observaciones realizadas en mi vida personal. La primera de las cuales ocurrió la semana pasada cuando un yuppie prepotente se acercó a maltratar a mi taquero, diciéndole que si no se apuraba que mejor ya se fuera olvidando de su pedido, en el tono mas hijodeputesco que se puedan imaginar. Yo, no me pude mantener indiferente y sentí en el centro de mi ser una rabia creciente que no me dejaba terminar mi huarache de bistec con quesillo y me hacía pensar "Ve a gritarle a tu puta madre, pendejo este" (no lo hice, solo me tragué mi ira y mi huarache tranquilamente).
La segunda ocurrió hoy, día en que por muy diversas circunstancias no pude comer hasta ya bien entradas las 5 de la tarde, por lo que tenía mucha hambre, y decidí lanzarme a un puesto de tortas gigantes que queda un poco más lejos, pero compensa con creces la energía que uno invierte en llegar a él, trocándola por inmensas cantidades de deliciosa y grasienta milanesa. El punto es que de regreso, pasé por enfrente del puesto de mi taquero, y no pude evitar verlo a los ojos y casi podría jurar que detecté un dejo de tristeza y reclamo silencioso, como quien dijera "no soy lo suficientemente bueno para tí? que te dan ahi en ese nuevo lugar que no te puedo dar yo?".
Quizás no sea un descubrimiento muy importante, pero les dejo con esta pequeña adición al gran laberinto de las ciencias humanas modernas, mismo que quiero dedicar a Paco, el de los huaraches de la esquina. Se que no es probable que lea esto, pero Paco, si por coincidencia cósmica llegaras aquí, quiero que sepas que tu has hecho de este un mundo mejor, huarache por huarache. Gracias.

6 comments:

Anonymous said...

dios...no se que me da, si miedo...tristeza o que. solo se que no me gusta encariñarme con la gente, aunque a veces uno no lo puede evitar. como quiera que sea, deben ser buenos los huaraches...maldito, me has antojado uno...y son la 1:30 de la mañana...

Monica Améndola said...

Totalmente de acuerdo ... yo tengo una relación asi con Vicente, mi tortero favorito ... y cada vez que me prepara mi torta de bistec con queso con el máximo capricho (eso significa casi medio kilo de bistec y medio kilo de queso saliendo por los bordes del delicioso pan .. hummm .. se me hace agua a la boca ...), mis tripitas agradecen!

Anonymous said...

Me parece que lo has dicho de una manera sabia, huarache por huarache. Yo sigo en busca de "mi" taquero...espero que el destino me lo entregue pronto jajaja
PD:En Merida creo que seria el de los tamales. Te invito uno cuando lleguemos ambos a la Ciudad Blanca, vale. ;)

Gran Fornicador said...

Fuzzy, uno no puede evitar luchar contra lo inevitable, años y años de evolucion nos han dejado con amor por los taqueros, acéptalo! Y si, los huaraches son buenos. Cómete un panucho, aunque a la 1 y media de la mañana esta cabron.
Mónica, es bueno ver que comprendes de esas cosas de taqueros, y recomiendo que mantengas un agradecimiento sincero y profundo hacia vicente en el fondo de tu corazon, después de todo no a todos nos cumplen nuestros muchos caprichos.
Karen, un saludote, te acepto con alegría esa invitación cuando coincidamos, y debo mencionar que las comillas de tu comentario hacen que suene un poco obsceno, jajaja. Acuerdate, no te conformes con menos del absoluto.

Anonymous said...

La vida no seria la misma sin la existencia de nuestro fiel ekipo de las tortas de Caballo, con nuestras dos amables señoras con sus pulseritas livestrong y el muy flaco y buen mozo mesero el will smith (algun dia me aprendere su nombre), ke con el mas grande amor nos brindan las mejores tortas de asado con keso de toda la viña del señor... y por algo es ke voy a comer mas en esa calle semiconstruida ke a mi higienica casa...

Gracias por mostrarnos las cosas ke en realidad son importantes en esta vida...

Ah, con lo del blog... todavia no me siento preparado moral y psicologicamente... pero kien sabe como se ven las cosas en el horizonte...

Alejo Cava said...

Yo entiendo el cariño al taquero. Te alimenta. Te atiende al instante. Llore con este post.