All I Wanna Do Is Rock...

Thursday, October 27, 2005

Les faltó uno a esos de la Coca, tan ingeniosos

UN APLAUSO...



...A los que entregaron su vida a las llamas para intentar detener la ciega e irracional depredación de las corporaciones transnacionales malignas que no se interesan en sus trabajadores.



Coca Cola Light, La Vida Es Como Te La Tomas

¡Toma, Chango, Tu Banana!



Para esos que dicen que Platón es demasiado abstracto, reproduzco un fragmento más de La República, libro IX:


"-Y si se quiere decir, a la inversa, a que distancia está el [justo] del [injusto], en cuanto a la realidad del placer, se hallará, una vez terminadas las multiplicaciones, que el [justo] vive setescientas veintinueve veces más agradablemente, y que en la misma proporción el [injusto] es más desdichado"

A ver, perros, si con esas cifras siguen insinuando que Platón nunca dijo nada concreto.


Monday, October 24, 2005

En La Torre Oscura De Lewis

Los que me conozcan más personalmente saben que yo y los autores cristianos no somos una combinación frecuente, ni una buena, para todo caso. Por eso mi primera reacción fue una mezcla de duda y escepticismo cuando cayó en mis manos el libro que tengo. Pero no se preocupe, lector atento y perspicaz, no encontré a Jesús, ni vi la luz que cegó (o devolvió la vista, yo ni se) al tal Pablo en su caballo. Más bien el destino (y el amable patrocinio de la Quixotesa) me cruzaron en el camino de un libelo (así puede decírsele a los libros diminutos, búsquelo, no sea inculto) de C.S. Lewis, llamado "The Dark Tower, And Other Stories", que es, en resumen, la colección completa de ficción corta de Lewis (y en su mayor parte, póstuma)
Normalmente, hubiera mandado al diablo cualquier literatura de un autor explícitamente cristiano que llegara a mis manos más rápido de lo que Fox dice otra pendejada frente a los medios a nivel nacional, pero esta vez decidí seguir el consejo de Watzlawick, que solía decir cuando vivía "Si quieres tener como resultado algo diferente en tu vida, haz algo diferente de lo que sueles hacer", aunque en realidad lo que me convenció a leerlo fue el hecho de que yo ya hubiera leido algunos breves ensayos de Lewis con relación al tiempo (Uno de mis temas favoritos, si no el que más) desde un enfoque de su Teología cristiana y, probablemente por pendejo (yo, no él), no los encontré tan desagradables. Eso, en combinación con la asociación que suele tener este nombre con otros como J.R.R. Tolkien y Chesterton, por cuya ficción siente cierto cariño y (en el caso de Tolkien) hasta admiración.
El punto decisivo fue darme cuenta de que la historia principal del libro trataba sobre viajes en el tiempo, como prerequisito para viajes en el espacio debido a condiciones muy específicas en la cronotopía literaria de la obra, que se inserta a manera de epílogo en lo que es conocida como la Trilogía Interplanetaria de Lewis (Chequense, si pueden, "Perelandra"; no la he leido, pero por lo que veo, promete). Además, inclinó la balanza a favor de la lectura de este libro una anécdota que cuenta que los manuscritos de los que se compone tenían como destino la hoguera, pues solo ocupaban espacio tras la muerte de Lewis en el sótano de su hermano, el Mayor (militar, pues); y se salvaron por una casualidad cuando uno de sus secretarios visitó a la familia el mismo día que se esperaba la quema.
Leyendo más a fondo, puedo decirles que no es la cosa más satisfactoria del mundo. Por lo menos dos historias muestran una visión abiertamente ofensiva del género femenino enterito, que raya por momentos en abierta misoginia y simplificación e incapacidad para desarrollar personajes femeninos coherentes. Además, la narrativa en la mayoría de los casos es burda, con un estilo poco trabajado y por momentos tosco.
Pero hay enormes excepciones en el mismo libro, y para hacer justicia a Lewis, debe ser dicho que él probablemente no refinó ninguna de estas historias pues nunca pensó que se fueran a publicar. De hecho las dos más interesantes quedaron inconclusas por su muerte. Entre las excepciones a destacar, está The Blind Man, historia en que se cuentan los primeros dias posteriores a una operación que devolvió la vista a un ciego de nacimiento, y la desesperación de tener que re-conceptualizar el mundo y la vida, así como la angustia de no comprender qué, dentro de todo este amasijo de percepciones nuevas, es la Luz. Este cuento resulta una exploración fenoménica de las percepciones y cognición de los mapas visuales del mundo bastante precisa y apegada a los relatos que pacientes con este tipo de cirugias proporcionarían años después (literatura adelantándose a la ciencia). Otra excepción notable es el delicioso mini-cuento de suspenso "Forms of things unknown", en donde en menos de 6 páginas, Lewis logra construir un suspenso digno de una película entera de Hitchcock, al tiempo que plantea la hipótesis de que los mitos son realidades en algún otro tiempo, lugar o condiciones.
The Dark Tower, la obra que da nombre al libro, explora la posibilidad de viajes en el tiempo con la innovación de proponer que dichos viajes serían imposibles en cuerpo, pues alterarían la constante de Masa del universo, o más resumidamente, que nuestras moléculas constituyentes ya se están usando como partes de algo más, después de habernos desintegrado en la muerte. Sin embargo, se teoriza de que el viaje sería posible desde la cosmovisión de Lewis gracias a que el espíritu humano subsiste después de la muerte. Pero la historia de la novela inconclusa no nos lleva por ahí; más bien propone la idea de que los viajes en el tiempo son una cosa común y cotidiana en la vida humana, y que lo que llamamos "memoria", "recuerdos" e "imaginación" no son más que percepciones del futuro y del pasado: percibimos el pasado entero, no solo aquellas cosas que nos acontecen a nosotros como organismos en el tiempo de nuestra vida, pero cuando coincide que percibimos una de las cosas que ocurrieron en dicho período, le llamamos "recuerdo", pero cuando percibimos algo del pasado en lo que no nos tocó participar experiencialmente, le llamamos "imaginación"; todas nuestras percepciones del futuro serán clasificadas como imaginaciones, pues aún no han ocurrido, aunque las que resultan ocurrir al poco tiempo de haberlas percibido, las designamos como Deja Vu. Así, los personajes deciden construir un Cronoscopio (la analogía de un telescopio, pero que nos permitiría mirar con precisión en el tiempo), partiendo del razonamiento de que los instrumentos como el telescopio son análogos al órgano que potencian (el telescopio al ojo, el estetoscopio al oido), y tras el descubrimiento del órgano que permite la percepción del tiempo, nuestros héroes emprenden el "viaje".
Inmediatamente y con toda facilidad se pueden proporcionar contraejemplos de la poca elaborada visión de los viajes en el tiempo de Lewis, sin embargo, la narración es suficiéntemente interesante para mantenernos enganchados mientras los personajes se desarrollan con cierto talento de cuentacuentos, en un estilo si se quiere, realista. La ciencia ficción de Lewis no aguantaría una prueba lógica realizada con el mínimo rigor, y eso es un pecado imperdonable para este género que, como sugeriría Phillip K. Dick, se funda precisamente en la habilidad de construir un universo que no se colapse. El error no está solo a nivel de la teoría de viajes en el tiempo, sino en prácticamente cualquier intento de Lewis por incursionar en la psicología o sociología, en donde evidencía que cuenta con lecturas muy limitadas y comprendidas a través de el filtro de un cristianismo dogmático, más que racional. Y es que lo más interesante que encontré en este libro es el desprecio de Lewis por otra corriente de su tiempo (a mí, en lo personal, me gusta, pero encuentro esta crítica súmamente interesante), el Stream Of Consciousness, de quien pueden citarse como representantes talentos como el de James Joyce y Virginia Woolf, por citar dos. Al respecto de esta corriente, que Lewis designa Steam Of Consciousness, el autor realiza la siguiente y agudísima crítica: "(...) It (is) impossible for the human mind to observe its thoughts and be the object of its thoughts at the same time. This would be like looking in a mirror to see what you look like when you are not looking at yourself (...)".
No desprecie usted a Lewis de antemano. Si tiene una tarde sin nada que hacer, y la posibilidad de conseguir este libro, hágalo. No se arrepentirá. Si algo se puede decir al respecto es que es un autor que no permite tan fácilmente la neutralidad. Le causará risa, desacuerdo, repulsión, disfrute, lástima o pesar, pero algo le causará toda la diversidad que contiene The Dark Tower (And Other Stories).

Wednesday, October 19, 2005

Back Door Man

Pues resulta que, como cada año desde 1927 se ha venido haciendo a las espaldas de todos ustedes (es decir, sin que lo sepan), en agosto se celebra el alegre y jocosón Mes Del Sexo Anal, gloriosa tradición instaurada por el renombrado producto "Lubricantes Bung Balm", como podemos ver en estos afiches de diversas épocas, que además sirven como perfecta muestra de la evolución del espíritu estético del siglo a través de los medios de comunicación populares

Y pues para que nadie se sienta excluido por su orientación o preferencia sexual, aquí tenemos una bellísima muestra de inclusión y consideración de la diversidad sexual a la hora de emitir los mensajes.


Emm... pues... ¿que más se puede decir? diviértanse y recuerden que a los lugares, restaurantes, bares y discos más exclusivos, la entrada VIP no suele ser la del frente. Eso si, pregunte usté primero y proceda con todo cuidado, no vaya a romper una de las reglas del Manual de Etiqueta para el Sexo (o para el caso, cualquier otra cosa).

Tuesday, October 11, 2005

The Big T

Hoy les quiero hablar de una bebida que es noble, verdadera, justa y bella, que es conocida con el nombre de Té Chai. La costumbre de usar diversas hierbas para tés e infusiones de toda índole se remonta probablemente al comienzo de los tiempos, en aquel período más simple, puro e inocente en que fuimos depositados en esta verde tierra por un espagheti volador indetectable. De ahí se desprende que haya una gran variedad de tés conocidos, ya sea mucho o poco, por este extraño animal circunstancial que es el hombre, pero de todos ellos definitivamente al que menos justicia se le ha hecho es al Té Chai.

Y es que seguramente ustedes se han de estar preguntando (y si no, deberían; que poca recepción crítica tendrían ustedes si no fuera así): ¿Que carajos hace esté individuo escribiendo sobre un simple y superfluo té, y más aún, que hago yo leyéndolo? Pues bien, mi inquisitivo amigo, su error se encuentra justo ahí. El mentado Té Chai no es cualquier té, es El Té. Es el arquetipo del Té. Es, en definitiva, la idea del Té; el Té en sí, inmutable y eterno, que no admite modificación alguna pues ya es perfecto y pleno de si y en si mismo. Es a lo que la ambrosía sabría si existiera.

De veras, ahora me doy cuenta de que este post es estúpido, porque las palabras, con su naturaleza limitada de espejos de espejos, no son ni remotamente suficientes para describir la naturaleza del Té Chai. Baste con decir que amo al Té Chai, para mí lo tiene todo. Tiene valor como símbolo (complejísimo y privado, de esos que uno duda de que existan las palabras para transponer la experiencia, y aun si existieran, uno no las usaría por que la felicidad de ese símbolo es solo para uno). Tiene valor como ícono (representante de si mismo, y de su deliciosísimo sabor). Y tiene valor como índice (pues uno debe seguir la dirección indicada por el olor a Té Chai). En pocas palabras, si me quiere hacer feliz, hágame Chai.

Queda usted advertido. No se conforme con cualquier insípido té negro o poco original té de manzanilla. Experimente las bondades del Té Chai usted mismo con este delicioso link a toda la diversidad de interpretaciones y recetas que acepta nuestro sujeto. No me dé las gracias, yo solo hago lo que le debo al Té. Me hubiera encantado/me encantaría algún día haber podido/poder estar a la altura del Chai y lo que representa. No lo olvide usted, no se confunda. No Te de Chía, no Che Tai, no Te cai, no Tai Chi: Te Chai, recuérdelo bien.

Tirso Vs. Fellini ( II )

Ahí les va otra entrega de las cosas que no escribo para ustedes, de las cosas por las que los abandono de vez en cuando, de esas cosas que prometen pagarme. Recuerden que es de lectura totalmente opcional, ya que no fue concebida para el blog (las otras si, y son, por lo tanto, obligatorias), y que no quiero recibir ni una maldita queja de lo largo que está (por otra parte, por lo general a ninguna parece molestarle). Sin más, invito al lector tenaz y disciplinado a seguir leyendo mis desvaríos y comentar ampliamente lo que se le antoje, total que están en su casa.

Perdidos en el Laberinto de Información

Pero para continuar con el tema, primero necesitamos hacer una divertida y (en apariencia) contradictoria digresión, y examinar el siguiente postulado: Los prejuicios son necesarios.
Nuestra organización social está basada en parte en la idea de lo Políticamente Correcto. Esta se refiere a la pretensión de que sostengamos un discurso socialmente inocuo, o por decirlo con otras palabras, que no ofendamos a nadie con ninguna de nuestras expresiones. Esto es una consecuencia de concebir a la sociedad como si estuviera constituida por una serie de “grupos” o unidades de mercado en las que se pueden clasificar a los diferentes sectores de la población, basándose en ciertas características que les distinguen de los demás. Así, se establecen una serie de “minorias” (nombre que se le asigna a dichos grupos), a la que es necesario respetar y no ofender con cualquiera de nuestras expresiones públicas o privadas (pero sobre todo públicas si queremos ganar o mantener cierto prestigio político).
Partiendo de esta postura, las relaciones sociales se conciben como una especie de juego de popularidad, en donde lo que decimos debe ser evaluado a partir del efecto atractivo u ofensivo que puede tener para todas las minorías que estarán expuestas a nuestras expresiones. Esto hace que la comunicación (sobre todo en los medios oficiales) se vuelva una cosa de lo más complicada, pues antes de expresarnos, debemos pensar si nuestros puntos de vista no serán ofensivos para los negros, judios, homosexuales, feministas, vegetarianos, mormones, intolerantes a la lactosa, pro-indigenistas, anti-indigenistas y demás minorías habidas y por haber. Y por si eso no fuera suficiente, también debemos pensar no solo en todos los temas sensibles de cada minoría (holocausto para los judios, racismo para los negros, etc) sino hasta en los significados que diversos signos específicos han tomado para dichas minorías en el contexto de los ya mencionados temas sensibles.
Eso nos lleva a nuestro tema: Los prejuicios. Partiendo del contexto de los conflictos raciales, y su manejo por los medios norteamericanos, creo que es difícil no saber como se supone que debemos comportarnos ante la multiplicidad étnica: con tolerancia (eso es, siempre y cuando no sean musulmanes; en el caso contrario, aparentemente el precepto moral es bombardearlos). También nos queda perfectamente claro cual fue el ingrediente peligroso que hizo de la mezcla racial una bomba de tiempo: los prejuicios. Así, tener prejuicios se volvió sinónimo de ser una persona retrógrada, ignorante, racista y moralmente deficiente. Rápidamente se desarrolló un modelo de conducta a seguir, según el cual deberíamos ser totalmente imparciales y abiertos a toda experiencia, dispuestos a lanzarnos de lleno a lo que la vida tiene para ofrecernos sin preconcebir nada con respecto de aquello con lo que habríamos de interactuar; es decir, se promovió una cierta definición de “tolerancia” como valor cultural a seguir, y los prejuicios fueron relegados al fondo del armario de los vicios de la cultura… supuestamente.
Al menos en la superficie, vivimos en una sociedad sin prejuicios, pero la falsedad de esta observación se hace patente al fijarnos prácticamente en cualquiera de los conflictos armados, por hablar a gran escala, o inclusive por la manera en la que nos comportamos en los detalles más cotidianos. Y más aun, yo afirmo que los prejuicios no solo no son tan malos como se dice, sino que inclusive son necesarios para sobrevivir y conducirse en la actual organización social, y probablemente en todas las anteriores.
No voy a exponer como los prejuicios son parte de la vida cotidiana y el comportamiento político tanto en relaciones exteriores como en el gobierno del pueblo, porque eso ya lo han hecho otros, y lo han mejor de lo que yo podría, además de que ocuparía demasiado, pero demasiado espacio del presente escrito, con argumentaciones que probablemente no sean del interés de todos. Lo que si voy a exponer es la necesidad del prejuicio para relacionarnos con la información en una sociedad saturada de la misma.
Parece ser que la característica principal de nuestros tiempos (aparte de un evidente y perpetuo sentido de confusión a la hora de intentar entenderlos, y en general) es la saturación de información. Vivimos en una sociedad tremendamente mediatizada, en donde los ciudadanos nos exponemos sin parar al mayor número de medios de comunicación que han existido en la historia de la humanidad. Nuestra exposición al cine, televisión, radio, prensa, libros, y demás formas de comunicación mediatizada, por citar los ejemplos más obvios, se ha vuelto tan cotidiana y frecuente que ya ni siquiera nos damos cuenta de estar tan inmersos en ellos (invito al lector, a manera de experimento de concientización, a contar las veces que está expuesto a producciones mediáticas en un lapso de dos horas). En un sentido, los mensajes de los medios se han vuelto más frecuentes y necesarios que la comida (dentro de poco, quizá esto no sea una exageración).
Aprovechando esta total inmersión (y a la vez causándola), la producción de mensajes de medios se ha vuelto más enorme que nunca con el fin de cubrir el hambre voraz e insaciable de nuestra sociedad por consumirlos. Invito al lector a imaginarse la cantidad de libros, por ejemplo, que se producen cada año, o a averiguar por su cuenta el número de artículos como el que está leyendo que se escriben en el mismo lapso. Nos encontramos ante una cantidad de mensajes verdaderamente inmanejable. Tanto, que sería imposible consumir todos los mensajes que se producen en un solo medio, aunque dedicáramos toda nuestra vida a intentarlo.
Así, procesar todos los mensajes producidos se vuelve una ambición absurda e imposible, y más bien se vuelve esencial desarrollar un proceso para seleccionarlos. Pero incluso dicha tarea (discriminar entre que mensajes vamos a consumir y cuales no) requiere un esfuerzo titánico, y realizarla a la perfección implicaría poseer habilidades sobrehumanas. El proceso de elegir implica, en cierta manera, conocer las opciones entre las que se habrá de elegir. Sería absurdo afirmar, por ejemplo, que uno prefiere al candidato A sobre el B cuando no se sabe absolutamente nada de ellos (otra cosa completamente es elegir con base en cosas que a otros les parecen estúpidas o superficiales: puedo elegir, por ejemplo, al candidato A porque tiene un bonito peinado, pero eso implicaría, necesariamente, un conocimiento de cierto tipo, aunque no sea el tipo más deseable por el discurso oficial), y sin embargo, eso es lo que se nos exige hacer al vivir inmersos en una sociedad mediatizada al nivel de la nuestra.
Tenemos que exponernos a mensajes mediáticos incesantes, tenemos también que seleccionar a cuales nos expondremos y cuales excluiremos, pero además, tenemos que hacer dicha elección sin conocer (por mucho) la mayor parte de las opciones. Es imposible conocer todos los mensajes que se producen, como para afirmar que elegimos basándonos en un total conocimiento de las opciones. Es en esta parte del proceso donde los prejuicios se vuelven una ayuda innegable para sobrevivir en nuestro mundo. Preferimos, la mayoría de las veces sin saber por que (por lo menos en el contexto en el que hablamos), unas cosas sobre otras. Inmersos como estamos en un laberinto insondable y siempre cambiante de información, necesitamos la luz de los prejuicios para guiarnos. Nos formamos preconcepciones de cómo deben ser ciertas cosas, aun sin conocerlas, como parte de procesos sociales complejos para poder movernos por tan confuso laberinto. Sin los prejuicios como principio rector, el océano mediático en el que debemos nadar continuamente se volvería innavegable. Si no nos moviéramos por prejuicios injustificables que nos hacen odiar a los conservadores, preferir la música clásica, creer que RBD es superior a cualquier novela rusa jamás escrita o relegar a la banda Recodo a un rincón tan alejado de nosotros como sea posible, simplemente nunca podríamos hacer una elección. Tal y como está configurado el panorama de la información en la sociedad actual, si quisiéramos hacer una elección del objeto mediático al que prestaremos atención totalmente informada, simplemente terminaríamos por nunca poder elegir. En resumen: Necesitamos descartar una enorme cantidad de cosas y preferir otras, sabiendo lo menos posible (y a veces nada) al respecto de ellas.
Y el cine, claro está, no es la excepción. Algunos cálculos sugieren que harían falta años, o inclusive toda una vida, para ver todas las películas que se producen en un solo año. Es esencial, entonces, tener prejuicios y preferir algunas películas sobre otras, a pesar de desconocer la mayoría. Si quisiéramos, por ejemplo, leer la reseña de todas las películas del año para decidir cual vamos a ver, probablemente terminaríamos de elegir dentro de 5 años.
Pero aunque los prejuicios parezcan necesarios, eso no significa que siempre estén justificados. La mayoría de los prejuicios suelen estar muy mal manejados, y eso es lo que les ha ganado su mala fama. Los prejuicios tal y como son propuestos en este texto, son principios rectores, no verdades comprobadas e inmodificables. Nos sirven para tratar de guiarnos hacia donde queremos ir, pero también es posible que nos equivoquemos, y nos aparten de nuestra meta en lugar de acercarnos. Muchas veces nuestros prejuicios estarán mal construidos, y al darnos cuenta de esto, es necesario tener la capacidad de desecharlos como lo que son, y sustituirlos por las realidades recien conocidas (mismas que quizá serán los prejuicios del mañana). Es necesario tener prejuicios flexibles, que admitan modificación en cuanto nos demos cuenta de que ya no son útiles o beneficiosos, y más bien se comportan como lastres. El precio a pagar por la soberbia de no querer aceptar que nos equivocábamos al sostener un principio (y querer tener siempre la razón, no admitir el error, pues) puede ser demasiado caro, tanto como quedar excluido de una parte enorme y necesaria del riquísimo y complejísimo laberinto de la información en que estamos perdidos.

Wednesday, October 05, 2005

Más Platón y Menos Ropa

Platón, ese hombre santo, maestro entre maestros escribió muchos libros, pero entre ellos, la República ocupa un lugar importante por muchas razones que no vienen al caso. La que si viene es que ahí sienta las bases de un modelo utópico de organización social con vistas a crear el mejor Estado posible en donde la justicia y la felicidad humanas fueran la norma.
Francamente debemos aceptar que el mundo no está bien gobernado en la actualidad, algo anda mal. Entonces, ¿Que mejor que volver nuestros ojos a los clásicos para ver que podemos rescatar para tratar de hacer de este un mundo mejor? La sociedad platónica parece a todas luces mejor que esta, y para muestra les reproduzco estas reflexiones sobre la equidad de genero, la risa y las mujeres desnudas:

-Pues entonces, si hemos de emplear a las mujeres en las mismas tareas que a los hombres, debe enseñárseles las mismas cosas.
-Si.
-Y tenemos que a los hombres se les ha brindado la enseñanza tanto de la música como de la gimnasia.
-Así es.
-Por consiguiente, también a las mujeres debe ofrecérseles la enseñanza de ambas artes, así como las que conciernen a la guerra, y debe tratárseles del mismo modo que a los hombres.
-Por lo que dices, es probable.
-Claro que tal vez muchas de las cosas que, contra lo acostumbrado, exponemos parezcan ridículas si se las pone en práctica.
-Sí, por cierto.
-Pero ¿que es lo más ridículo que ves en ellas? ¿No es obviamente el hecho de que las mujeres hagan gimnasia desnudas en la palestra junto a los hombres, y no solo las jóvenes, sino también las más ancianas como esos viejos que se ejercitan en los gimnasios cuando están ya arrugados, y gustan de la gimnasia, aunque presenten un aspecto desagradable?
Sí. ¡Por Zeus! Parecería ridículo, al menos en las actuales circunstancias.
Con todo, puesto que nos hemos propuesto hablar, no debemos temer las pullas de los graciosos
(...)
-Más bien, les rogaremos a aquellos graciosos que dejen de lado sus bromas, y que se pongan serios y recuerden que no hace mucho tiempo a los griegos -como ahora a la mayoría de los bárbaros- les parecía que era vergonzoso y ridículo mirar a hombres desnudos.
(...)
-Así es.
-Deberá entonces desvestirse a las mujeres de los guardianes, de modo que se cubran con la excelencia en lugar de ropa, y participarán de la guerra y de las demás tareas relativas a la vigilancia del Estado, y no harán otra cosa (...). En cuanto al varón que se ría por la desnudez de las mujeres que se ejercitan en vista a lo mejor, "arranca antes de que madure el fruto" de la risa, y desconoce por que ríe y lo que hace. Porque lo mejor lo que se dice y que será dicho es que lo provechoso es bello y lo pernicioso feo.

Así que ya saben: Mujeres, cubrir sus cuerpos con excelencia en lugar de ropas; hombres, a arrancar antes de que madure el fruto de la risa (lo que sea que eso signifique).

Tuesday, October 04, 2005

If You Tolerate This, Then Your Children Will Be Next

Quería poner algo del 2 de octubre. Pero solo se me ocurre una cosa, últimamente le he dado muchas vueltas.
El mensaje enviado llegó fuerte y claro. Las armas funcionan, la razón no. Los tanques hablan más fuerte que las ideas. Todo intento de abrir el diálogo equivale a nuevas detenciones o muertes. Los agitadores siguen sin ser los comunistas, siguen siendo el hambre, la ignorancia y la miseria, y nadie parece saberlo, y a nadie le importa.
Al fin y al cabo, perdimos. Ganaron. Nos callamos, y claro que olvidamos.
No se ustedes, pero yo si estoy asqueado de tanto rito, de tanto homenaje, de tanto hablar bien de nuestros muertos, que es la mejor manera de no decir nada, de olvidarlos. Creo que sí se olvida, creo que olvidar es lo que mejor hacemos. Eso si, aprendimos. Aprendimos a callarnos, a desinteresarnos, a aburrirnos. Aprendimos a través del hastío de la repetición del rito vacío y compulsivo a cansarnos de escuchar de eso, a declarar Kitsch el tema desde antes de aprender a mencionarlo. Aprendimos, más y mejor que nada, que no hay solución, que la voz no cuenta, que no somos escuchados, que no importamos, y que todo intento de organizarse significativamente equivale a muerte.
Eso no olvidamos. No olvidamos como callarnos, porque no nos queda de otra. Eso si, al menos de mi parte, este no es el silencio de un muerto, no es el silencio del miedo. Es el silencio del resentimiento, del odio, de la tristeza, del estar harto. Me callo, pero eso si, hay una cosa que no olvido: contrato social, huevos. No solo es algo que nunca firmé y por tanto considero ilegítimo (¿Contrato unilateral? No, gracias), sino que aun si lo hubiera sido algún día, fue borrado con sangre de estudiante. Para esos que me conocen, no me pidan justificaciones de mis actos (u omisiones) "antisociales". Lo que pasa es que no a todos les toca ser estudiantes. Lo que pasa es que no a todos les toca estar abajo. Lo que pasa es que no todos se conmueven con un hijo muerto (aunque sea ajeno), un par de zapatos abandonados o una imagen que vino de quien sabe donde, del reflejo del alumbrado público en un charco de sangre en el silencio de la noche más larga. Mal que bien, el dolor está ahí, en una imagen. No pretendan que el infeliz de mí se compadezca en abstracto de la liquidación de toda categoría política a partir de la cual usted desee interpretar estos hechos.
Una cosa está clara: Ganaron. Perdimos. La violencia funciona. La razón no. Nos quedamos callados. Olvidamos a nuestros muertos (a los de verdad, nosotros, no ellos), recordamos el miedo, y nos quedamos callados. Total, ya nada importa. Perdimos, ganaron.

(Disculpe usted si el post quedó demasiado serio, pesimista o político para su gusto. Reconozco todos los defectos que usted quiera imputarle, desde lo Kitsch hasta lo inapropiado, lo feo o lo cínico, es solo que no a todos nos toca estudiar psicología, intentarlo; no a todos nos toca, y hoy no tenía ganas de quedarme callado. Casi nunca he podido evitar el pesimismo. Casi siempre me lo callo.)

Saturday, October 01, 2005

Re-Lea Usted A Freud



Me gustaría decirles que ocurrió en medio de un simposium de Grandes Pensadores del Siglo XXI, o en algún glorioso, aunque sucio rincón planeando la liberación definitiva del hombre de sus cadenas, el fin de la alienación y la instauración del definitivo gobierno del pueblo, o aunque sea en algún lugar misterioso, remoto y envidiable cual París en los 30´s. Pero no, los hechos y la discusión previa que llevaron a esta plática ocurrieron en un vil sanborns sin chiste, pero con buena compañía. Ya soy un hombre viejo, disculpen si mi memoria falla. En todo caso, no se me acuse de mentira, sino de inexactitud, pues mi relato es aproximado:

Gran Fornicador: ¡Calla, estúpida feminista con envidia de pene!
Flectere: ¿Envidia de pene? Lo que pasa es que tu tienes envidia de útero
Gran Fornicador: Cual? No puedo envidiar el útero. No conozco el útero, ni siquiera creo en el útero. No puedo conocerlo más que por lo que me dicen otras personas y libros de texto. En lo que a mi respecta el útero tiene el mismo status ontológico que el Estado, el Libre Albedrío o el Super-Yo. Para mí, el útero es un concepto.